14.6.14



San Juan Bautista - Rusia, s. XVI


Soledad y vida contemplativa según el hesicasmo.

por Irénée Hausherr, S.I.



A. El hesicasmo.

I. Una definición: hēsikhía.
II. Una diferenciación: soledad y paz interior |anacoresis y hesiquía.| 
III. Un dilema: soledad y caridad fraterna.

B. Elogios a la soledad por los cristianos.  

I. Fuge (huye).
II. Tace (calla).
III. Quiesce (reposa).
IV. Attende (atiende).

...



Prefacio.

En la presente obra, el autor nos lleva a recorrer la vida y enseñanzas de los padres del desierto con toda su crudeza y elevación espiritual. 

Este recorrido se inicia en el s. IV y atraviesa las desoladas regiones de Egipto, del Asia Menor y llega hasta el occidente de la Edad Media. Muchos de quienes lean este texto de seguro se verán desconcertados por estos primeros y casi ignotos seguidores del evangelio; otros tantos se detendrán a reflexionar acerca de las profundas raíces de la fe cristiana; y aún otros hallarán aquí un valioso estímulo para adentrarse con mayor confianza al seguimiento de Cristo.  

El rasgo más característico de todos estos pioneros de la hēsikhía fue su intensa e inextinguible sed de Dios. Fue un deseo tan puro e intransigente, que los llevó a concepciones y formas de vida que resultaron demasiado extremas para cualquier observador externo. Fue así en aquel tiempo y lo sigue siendo aún más en la actualidad, en una era en donde la fuerza e intrepidez espiritual se ven bastante debilitadas –y hasta casi extintas- en la mayoría de nosotros.

¿Será que todavía existen quienes sean capaces de percibir y verse fascinados por las realidades divinas de una manera tan absoluta e inamovible?... Quizás, a través de las líneas que ahora siguen, alguno pueda percibir al menos el calor que todavía irradia la hoguera interior de aquellos apasionados por el desierto, "enloquecidos" por el amor a Dios.

V.S.





A. El hesicasmo.


I. Una definición: hēsykhía.

El término hesicasmo, en lengua bizantina, designa un sistema de espiritualidad que tiene como principio la excelencia –y de hecho, la necesidad- de la ἡσυχíα = hēsykhía; es decir, de la tranquilidad, del silencio, de la quietud.| La etimología es incierta. Tal vez se relaciona con estái: estar sentado. Para los redactores de la Vitae Patrum, este verbo y sus sinónimos significan, por cierto, llevar una vida de hesicasta. |

Existen múltiples géneros de quietud: desde la ausencia de guerras hasta la suspensión de las facultades dentro del reposo místico; pasando por la inercia y la pereza, por el silencio de las cosas y de las personas, y por el apaciguamiento del espíritu y del corazón. Mientras hayan seres humanos –conjuntos o agrupaciones de seres humanos- existirán también diversas variedades de quietud; todas ellas susceptibles de ser llamadas hēsykhía.

De entre todas las acepciones que hay podemos citar algunos ejemplos provenientes de autores profanos. Veremos, no obstante, que aun cuando se trate del silencio de las cosas el mismo siempre es observado en relación al hombre. Y es que si no apelásemos al antropocentrismo helénico, si no hubiese alguien que la perciba y que la disfrute, ¿sería adecuado hablar de la “paz de las cosas”? Si esto fuera posible sería más conveniente hablar de la inmovilidad de las cosas o de la ordenación de sus movimientos, y reservar la designación de paz a la impresión que aquella inmovilidad u ordenación produce en el hombre. Este es, de hecho, el uso que hacen los griegos del término hēsykhía. Ellos la emplean en relación al hombre y a sus facultades, en relación a toda la vida o a parte de ella, y en relación a la tranquilidad que sigue a la cesación de la guerra. Se posee a la hesiquía, se lleva una vida de hesiquía o se pasa por un momento de hesiquía. Se trata, en suma, de una especie de seguridad contra las causas de agitación, como lo son las diversas ocupaciones, los levantamientos de los ciudadanos y las rivalidades entre Estados. Y ya que el individuo está hecho a imagen de la sociedad política –o viceversa-, existe también una hesiquía psíquica, que resulta de un ordenamiento jerárquico de las facultades; es decir, cuando se establece y se mantiene tal ordenamiento. Platón sostiene que las personas nobles siempre se ven dispuestas a llevar una vida de quietud: hēsykhon bion.  

| Los autores sagrados no tenían motivo alguno para cambiar este vocabulario. En la Septuaginta, la palabra hēsykhía y sus derivados conservan el significado que tenían en el lenguaje común de entonces, sobre todo el de paz exterior: la ausencia de guerras entre Estados y de levantamientos civiles. Eran estos hechos los que liberaban a los ciudadanos de la angustia y los que les concedían seguridad.

Pero esta sensación de seguridad no depende sólo de las situaciones externas. Por medio de la fe en Dios, ella puede sostenerse estando incluso frente a la amenaza de una guerra. Es lo que sucedió cuando Rezín, rey de Siria, salió en contra de Jerusalén para atacarla, cuando "el corazón del rey y el corazón de su pueblo se estremecieron, tal como se agitan los árboles del bosque con el viento". Yahvé, entonces, le ordenó a Isaías que dijera: "Quédate tranquilo, no temas [...]" (cf. Is 7:2-4).

La mejor garantía de tranquilidad interior es el temor de Dios, es la sumisión a su voluntad, es la sabiduría: "Quien me escucha vivirá tranquilo y libre del temor al mal" (Prov. 1:33). El texto griego evidencia el aspecto negativo que la hesiquía posee en sí, pues ésta excluye del alma los sentimientos dolorosos y establece la quietud interior sobre la certeza de estar a salvo del peligro.|

Es posible, también, protegerse deliberadamente contra el mal [o contra cualquier peligro] rehusándose a realizar todo aquello que se considere como tal; es decir, absteniéndose de realizar cualquier actividad, en particular por medio de la palabra (de donde surge el hecho de guardar silencio) y del movimiento (de donde proviene el hecho de permanecer quieto). Tanto aquella como éste son abstenciones frecuentes que se ajustan bien dentro del hesicasmo.

| En el Nuevo Testamento, la palabra hēsykhía es rara y es característica de Lucas [1] y de Pablo [2]; apareciendo sólo una vez en Pedro (1 Pe. 3:4). Su significado apunta, sobre todo, al estar tranquilo, al hecho de observar el descanso sabático, al hecho de dejar a los demás en paz. En Hch. 11:18 leemos: "Al oírlo, se tranquilizaron y comenzaron a glorificar a Dios [...]"; es decir, dejaron de objetar a Pedro por el bautismo otorgado a Cornelio. Pero, ¿no podría este texto, con un poco de buena voluntad, resultarle también agradable a los hesicastas? Probablemente lo haría mucho más, y sin ninguna inclinación complaciente, el texto de 1 Tes. 4:10-12: 

Y les exhortamos, hermanos [...] a honrar el hecho de vivir tranquilos (philotimeísthai hēsykházein), a ocuparse de sus actividades personales y a trabajar con las propias manos según la manera en que les hemos ordenado; a fin de que lleven una vida decente frente a los extraños y no tengan necesidad de nadie. 

También 2 Tes. 3:12 nos ofrece la oportunidad de aplicar al hesicasmo la recomendación que Pablo le dirige a los cristianos sobre el "trabajar con tranquilidad" (metá hēsykhías ergazómenoi), lo que claramente hicieron los hesicastas después de san Arsenio. No vamos a decir, por supuesto, que el hesicasmo nació de estos textos. Este preámbulo sólo tiene por objeto establecer el significado del término en aquellos documentos antiguos, tanto sagrados como profanos, de tal manera que el uso del vocabulario hesicasta halle una justificación en la sagrada escritura. 

El término hēsykhía domina por completo este vocabulario; pero también hay otros términos más o menos sinónimos que encontraremos en el camino. Aquí será suficiente con que pongamos de relieve algunos de los más comunes. Citemos ya al verbo kathézesthai (sentarse) junto con el de ēremon (cf. 1 Tim. 2:2, “llevar una vida tranquila y apacible”); se trata de la tranquilidad de un alma especialmente libre de perturbaciones interiores y libre de las causas de agitación externa [3]. 

En cuanto al vocabulario de origen filosófico, las palabras como apátheia, ataraxía y demás, no se encuentran casi nunca en los escritos de los padres [del desierto]. Si bien lo hacen posteriormente, no implicarán una importancia esencial en el sistema de espiritualidad hesicasta. Incluso el término apátheia, adoptada por Evagrio, faltará en los auténticos escritores hesicastas y nunca tendrá la primacía sobre el término evangélico de amerimnía; y esto sin tener en cuenta que el contenido de este vocabulario filosófico se ve notablemente alterado cuando pasa al lenguaje cristiano.| 

El término hēsykhía designa a la totalidad de la vida eremítica cristiana: desde la huida de los hombres –a nivel exterior- a la profunda mística de la “eliminación de los pensamientos”. Esta expresión resume bien la doctrina profesada por los hesicastas, cuyo nombre mismo expresa que no consideraban posible el logro de la quietud interior sin el amor por la soledad y sin la práctica del silencio. Tal quietud es, a un mismo tiempo, condición y resultado de la unión con Dios a través de la oración. Y subrayemos, sin demora, que esta quietud no es una meta similar a la apátheia del estoicismo o a la ataraxía del epicureísmo. Se trata más bien, como todo dentro del cristianismo, de un medio –quizás del medio por excelencia o de un medio excelente- para llegar a la meta, que es la unión con Dios o la oración perpetua. Para decirlo con Casiano: Donec omnis volutatio cordis una et jugis efficiatur oratio [4]; o sino: Ad perpetuam Dei memoriam possidendam [5].

Esta es la razón por la que, posteriormente, en la medida en que se crea poder lograr o conservar aquella unión y oración estando en medio de las causas de perturbaciones, la anacoresis irá perdiendo su importancia.

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1. Lc. 14:4 y 23:56; Hch. 11:18 y 21:14.
2. 1 Tes. 4:11; 2 Tes. 3:12; tres veces en 1 Tim.
3. Cf. Alf. (= Apophthegmata Patrum, serie alfabética), Sisoés, n. 26.
4. Collationes X, 7. Trad. de la cita: "Mientras toda la voluntad del corazón hace una e incesante a la oración".
5. Ibíd. X. Trad.: "Hasta poseer el recuerdo eterno de Dios".   

Nota: el capítulo IV de la edición del 78 se titula Nēpsis: la vigilancia; pero he optado por seguir la denominación en latín de los capítulos anteriores y según la máxima: attende tibi ipsi, que se verá hacia el final. 


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